viernes, 6 de mayo de 2011

Las Memorias del Road Trip

Este es el recuento (parcial) de los diez días que pasamos por la franja de costa entre el sur de México y Belize. Las diferencias entre estas regiones no son mas que trampas al ojo. El clima los traiciona, el azul y lo templado de sus aguas al caer la noche, los fuertes ante una laguna que mas bien parece una bahía, y hasta escuche a alguien decirle china a una naranja. Pero lo mas impactante para esta hija del Caribe es encontrarme gratamente con la brega o como decían las maravillosas personas (y los personajes que encarnaban) the hustle. Porque descubrí que a la par con el Caribe las estructuras sociales están sujetas al ingenio de cada cual. No puedo garantizar la veracidad antropológica de cada una de estas historias, pueden ser una completa invención de las personas con las que hable, pero durante esos diez días eran reales. Una bicicleta sin pedales y un camino de piedra eran el centro de mi universo. Tomando de partida el titulo de nuestro humilde blog, tratare de hacer un recuento de cómo en un intento por entender y ser fácticos; nos devoro el paisaje.

Bacalar fue catalogada por las autoridades municipales como ciudad mágica, se encuentra en el estado de Quintana Roo, lo suficientemente al sur de México como para respirar un ambiente totalmente distinto; ¿caribeño, tal vez? Definitivamente este paraje mexicano ha sido escenario de conflictivos encuentros, que ayudan a crear mas de una conexión con la vecina región insular. La laguna de Bacalar es un cuerpo de agua dulce que brindo por años acceso a los entrepenours ingleses que pretendían lucrarse del palo de tinte de los bosques de esta región americana. Llegando de la ciudad blanca, Mérida y tras una breve parada Valladolid llegamos a Eco-Tucán, que siguiendo los parámetros de la región ofrece lo que las revistas turísticas anuncian como una experiencia de armonía con la naturaleza, no sin antes advertir que no des de comer a los jaguares. Tras dejar nuestro equipaje en nuestras respectivas cabañas nos dirigimos al centro del pueblo, allí hacemos el recorrido por el Fuerte de San Felipe de Bacalar, construido por las autoridades españolas como defensa del constante asecho de los ingleses.

Al caminar por las calles de la ciudad de la laguna de los siete colores puedo reconocer las distintas formas de hablar español en México, y es que Bacalar se ha convertido en destino de quienes desean irse de paseo por su país, desde Cancún o desde San Luis de Potosí, aunque no faltan los que merodean las calles de esta tranquila localidad con pasaporte extranjero. Bacalar se mercadea como un área turística de bajo impacto en el cual puedes ver un México alejado de la vorágine que se le vende a los estudiantes y sus fantasias de spring break a lo MTV. Las revistas turísticas sugieren complacer las ávidas ansias del que añora tranquilidad y un cuadro de cristalinas aguas e incluso sin la incomodidad del salitre. Sin embargo, era semana santa y los pocos extranjeros ajenos a nuestro grupo que pude ver andaban con prisa y nerviosos. Comentando con Elianah sobre las tiendas de abarrotes, las farmacias, la estructura misma de esta ciudad en la cual la cercanía a la laguna es su estándar de medir el poder adquisitivo nos encontramos con Nick Hunter y su negocio de Bienes Raices. Cada año regresa a la esquina de la plaza central de Bacalar y se sienta con su conexión de Internet privada trata de pescar alguien que hable su idioma ofreciendo panfletos de información turística. Una vez dentro de su oficina, tiene fotos mas acorde con su negocio, un negocio que lo trae a Bacalar todos los años. Cuando Nick regresa a Inglaterra deja atrás a una muchacha local que se encarga del negocio, pero es temporada alta y Nick quiere supervisar además de disfrutar el clima, Londres esta helado. Al entrar no nos hace mucho caso, luego al escuchar el molestoso acento americano que he heredado pone mas atención. Nick tiene el cuidado de indicarnos que en Bacalar no hay nada que hacer, tal vez un golpe de sinceridad al ver que estas dos chicas no concuerdan con el estereotipo de su clientela. Su negocio se llama Bacalar Properties, que comparte con Steve, un norteamericano de Oregón quien no se encontraba en Bacalar al momento de nuestra visita. Nick nos cuenta que en su tiempo libre, que al parecer es mucho, va a negocios como Escondido o La Palapa, cuyos dueños son igual a el, aventureros de otros lares. Con una gran sonrisa, nos recomienda a mi amiga y a mi irnos a Chetumal o Mahahual donde probablemente encontraremos cosas que sugiere son de nuestro interés. Nick con sus grandes ojos azules reta en su pagina web a los corredores de bienes raíces que hacen negocios desde Cancún o Playa del Carmen, en la descripción de su negocio se muestran muy orgullosos de vivir en Bacalar, aunque nos aya dicho lo contrario y recomienda a Bacalar como destino obligatorio para los amantes de la naturaleza, la historia y punto de partida para explorar la zona. Los precios, sin embargo anulan para muchos la posibilidad de deglutir el paisaje paradisiaco. Con precios que comienzan en $35,000.00 USD, para propiedades que usualmente necesitan mejoras y se encuentran por supuesto mas lejos de la laguna. Al salir de la oficina de Nick, no pudimos sino notar el deterioro en el que se encuentran las estructuras una vez se cruza la Iglesia revoloteando en nuestra mente cuan inalcanzable es para muchos de los propios habitantes de esta ciudad 35,000 dolares americanos. Al regresar sobre nuestros pasos, fuimos a tomarnos algo en uno de los restaurantes frente a la laguna, allí nos encontramos con meseros evasivos, sin embargo Manuel, nuestro mesero se relajo un poco y nos dijo que el negocio no había ido muy bien esta temporada de semana santa. Había trabajado en una fiesta privada la ultima noche de luna llena en una embarcación privada que unos americanos habían rentado para hacer una fiesta navegando por la laguna. Nos dijo que el dinero fue bueno, pero al parecer también sintió la necesidad de indicarnos que el lugar correcto para nosotras no era Bacalar, sino Mahahual. Pagamos para seguir su consejo al día siguiente.

Al siguiente día de regreso a Bacalar, luego de haber pasado la mañana en Xcalac seguimos la ruta 307 nuestra siguiente parada fue este lugar al que todos pretendían encaminarnos, Mahahual. Aparece en el camino como una visión en el desierto, en algún momento lo dude pero no era un delirio luego de pasar por un camino de mangles destrozados primero por el huracán y luego por la ambición humana, estábamos entrando por los caminos de la devastación a un centro de placeres humanos. Mahahual no tiene los grandes edificios de dudoso valor estético de Cancún o el sutil encanto de ‘little village’ con el cual cuenta Playa del Carmen, es un pequeño Frankestein que se levanto del desastre que le dejo el huracán Dean en el 2007. Trip Advisor lo propone como el destino prospecto para quienes buscan un pedazo de paraíso en las costas mexicanas, al menos con eso esta contando los meseros, vendedores de recordatorios, instructores de buceo, y hasta acróbatas que ofrecen estrepitosamente sus servicios mientras los transeúntes caminamos por las calles de esta localidad. Sin embargo, este destino es diametralmente contrario al paraíso natural que ofrece Bacalar, o X`calac, el pueblo se divide en tres espacios, las pequeñas casas construidas para los trabajadores, el área reservada para los que se bajan de los cruceros y la parte de la playa de acceso libre. Por esta ultima fue que caminamos, con un comportamiento casi acosador trataban de que nos sentáramos en cada una de las palapas por las cuales pasábamos. Al intentar utilizar los servicios sanitarios, nos miraban con desden al indicarles que no los acompañaríamos para el almuerzo. El ambiente da un sentido de inestabilidad, de caos, incluso de violencia. Al salir de uno de los lugares que pasamos a mi compañera de viaje tras caerse un pequeño trozo de papel de su cartera, la interrogaron de que cargaba con ella en su bolso. Al descubrir que el pequeño trozo de papel solo contenía los restos de una goma de mascar la dejaron ir, no sin antes dar la impresión que habían encontrado su aventura delictiva del día. En Mahahual existen desde estudios de Yoga hasta la Casa de la Tequila, un pequeño Disneylandia que se construyo a imagen de el patrón de desarrollo de la Riviera Maya y que no parece diseñado para que la gente viva mas allá de las horas establecidas en el itinerario del crucero. Finalmente decidimos entrar al agua, sentir el Caribe, dejarnos llevar por el azul del mar. Inmediatamente nos ofrecen menús, los precios sugieren que por aquí pasan los turistas a menudo. Nuestro mesero, nos ofreció masajes, estrellas de mar para llevarnos a casa y una oferta de cubetas con cervezas frías, bienvenidas al paraíso. En este lugar los desarrolladores no le dieron tiempo de salir del sobresalto del huracán para construir sus proyectos, es una trampa turística, un churro solo harina, dulce sin valor nutricional pero vende bien.

De regreso a nuestro Eco-Hotel comparábamos notas sobre Mahahual y X’calac, la distancia es corta, las diferencias innumerables. La segunda parte de nuestro recorrido, nos lleva a Belice; el único país de Centro America en el cual se habla ingles. El recorrido fue abrumador, la belleza de esta parte del hemisferio deja sin aliento al mas insensible. Ya desde X’calac habíamos percibido cambios notables, las construcciones, se levantaban del suelo en vigas, las carreteras con poco o ningún trafico mas que el eventual charter de ADO y la omnipresencia de los OXXOS había sido sustituida por rótulos en ingles, solo con salpicaduras de español. Previo a mi viaje había hecho ciertas indagaciones en torno a Dangriga, su imagen web la nombra la cuarta ciudad mas grande de Belize, no puedo negar que el producto de mi imaginación incluso tras haber estado ya tres días entre Hopkins y Placencia, no concordaba con lo que encontré. La ciudad fue fundada en 1832 como un asentamiento Garifuna tras la expatriación de la cual fueron victimas en la isla de Saint Vincent. En Hopkins nos habían hecho historias de Dangriga, de hecho una de las primeras personas que nos insinuó sobre la naturaleza un tanto violenta de esta ciudad fue Benny, quien Elianah nos contaba era uno de los que se sentaba en el “circle of men”. Sin embargo nos pidió un aventón aquella mañana para llegar a poder a Dangriga a concertar ciertos negocios que tuvimos la prudencia de no indagar. En el camino pasamos el hospital y un gran edicto que leia “Get High on Life, Say no to Drugs” No vi nada que dijera Bienvenidos a Dangriga. Una vez llegamos fuimos al museo, estaba cerrado cuando llegamos, parecía que lo abrían solo para nosotros. Frente a la puerta una escultura que representaba a un Garifuna tocando el tambor vigilaba mutilado la puerta del museo. Su boca estaba chorreando pintura roja, y sus dedos cortados de manera tal que las varillas que sobresalían le daban un aspecto de Wolverine, solo que este nunca fue esclavo. El museo es pequeño, bien delimitado se divide entre la historia y la contemporaneidad. Siempre siento emoción al reconocer la transitividad de las culturas y definitivamente sentí el lazo estrecharse al ver los artefactos de origen arahuaco en aquel rincón de Centro America. También en las paredes del museo encontré una explicación a cierto episodio que nos ocurrió a Elianah y a mi el día anterior, suspire aliviada cuando descubrí que era solo una danza y con rimbombante nombre en español para mi sorpresa. Aquellos niños solo mantenían su cultura de Matamuerte viva. Continuamos hacia el museo de Pen Cayetano, artista plástico, músico y filántropo nacido en Dangriga en el seno de una prominente familia de políticos e intelectuales. Este se expatrió a Alemania, donde conoció a su esposa y donde aun reside su hija. Paseamos por su galería, donde los cuadros de este hombre tan particularmente relajado echaban gritos de las historias de esfuerzo y suspicacia de la comunidad Garifuna y que de particular forma contaban la historia de un pueblo que reclama ser libre pero que sigue estando atado a los desvaríos de la razas y la segregación que viene con esta. Pen se animo a sacar sus tambores en pleno sol de medio día para tener un jamming session con el grupo, las gotas de sudor bajaban por su frente pero la sonrisa de su rostro nunca desapareció. La hospitalidad beliceña, nunca la podré desvincular del bregar boricua. Ya en el pueblo, los grupos se dividieron y nos dirigimos al taller de Mr. Austin Rodríguez pasando por el mercado, donde los puestos de misceláneas eran controlados por Hondureños y Guatemaltecos mientras que los belicenos hacían lo propio en los puestos de frutas. Pasamos una cancha, bordeamos el río y llegamos con un vendedor de jugos que andaba en su bici mercadeaba su Okro Punch como la cura de la impotencia. Me decidí por el carrot juice, que estaba delicioso, y le preguntamos sobre Austin, nos dijo que la muchacha que estaba estableciendo las circunferencias apropiadas en los tronco era la hija de Austin y que ella me podía contestar todo lo que quisiera saber sobre la fabricación de los tambores garifunas. En efecto, ella y su hija Elizabeth Bernadez tienen una tienda de arte y artesanías garifunas, pero la estrella del espectáculo son los tambores. Nos explicaron el proceso de fabricación, e incluso nos dejaron tomar fotografías del taller no sin antes advertirnos que usualmente no dejan tomar fotos allí. Fueron muy amables, de hecho me permitió usar rápidamente el servicio sanitario de su propia casa. Me resulto interesante como utilizaban la sierra para hacer el corte en el leño, le pregunte cual era el método tradicional garifunas y me dijo que quemándolo; pero que gracias a la sierra podían utilizar el tronco para fabricar hasta seis tambores adicionales, incluyendo pequeñitos para souvenirs. Lamento que con el método tradicional se desperdiciaba demasiada madera, pues una vez quemada resultaba inservible. Preciosas maderas como caoba, cedro o árbol de Mayflower que solo daban vida a un tambor. Al salir del área del mercado, que ya estaban cerrando un chico con una macana vigilaba el lugar, fue amable pero nuevamente la dualidad de hospitalidad beliceña. Pasamos por una tienda que a simple vista parecía una papelería, pero donde encontramos una gran selección de libros por autores beliceños, lo cual fue una grata sorpresa. Igualmente agradable fue conversar con el dueño de la tienda, sin moverse de lugar ni dejar de ojear su periódico nos contó que era veterano del ejercito estadounidense, que estudio en Chicago, que había estado en Asia, en Cuba y que conocía a Nueva York como la palma de su mano. Le creí de inmediato. A la salida nos encontramos con tres señores que tomaban ron y fumaban sus cigarros. El primero se escondía tras su abundante barba blanca y bebía de un vasito hecho del fondo de una botella plástica de Sprite. Pero el mas hablador era Joseph, con sus largos dreads locks y su impaciente sentido de describir la ciudad de Nueva York. Se le iluminaron los ojos cuando descubrió que Elianah era de la ciudad, comenzó a nombrar a todos los que había dejado en Brooklyn y en Washington Heights. Mientras, saque un cigarro y le ofrecí, lo acepto con mucho gusto y seguí hablando hasta que frente a nosotros apareció una camioneta roja, los cristales oscurecidos que cuando bajo el frío polar llego hasta nosotros en el horno que era la calle ese día. Era un muchacho joven, sin nada en particular mas que el hecho que el tenia una camioneta y que por ejemplo, nuestro amigo de los jugos andaba en bicicleta. Ambos sin embargo, vendían su producto. Luego de intercambiar par de palabras ininteligibles para mi, Joseph me dijo que si necesitaba ‘some green’ le dijera. Le dije que estaba bien, que ya me regresaba a Hopkins y continuamos hablando de Nueva York. Al marcharnos le hizo prometer a Elianah que saludaría a sus amigos que dejo en Nueva York. Al regresar al lugar de encuentro del grupo pasamos por el lado de otro grupo de amigos que nos gritaban ‘Ven, habla conmigo para que conozcas lo que es Dangriga!’ A pesar de lo leído sobre la cultura garifuna, Dangriga se me asemeja mas a un gran almacén. ‘What do you want?’ ‘What do you need?’ Los chinos como nos decía Joseph, vivían en grandes casas de cemento en la ciudad o se mudaban a Placencia, eran dueños de ciertos almacenes, pero what you may want or what you may need no siempre se encuentra en una tienda de abarrotes. Aquí no parece que la inversión canadiense o norteamericana haya llegado, con sus condos, resorts y cruceros. De llegar encontraría un terreno fértil para crear un Disneylandia parecido a Mahahual, incluso este almacén podría proporcionar los materiales para hacerlo. Pero al hablar con estas personas, noto una chispa que los mexicanos de aquella villa de turistas no tenían, la seguridad de saber lo que están haciendo. Ven y conoce a Dangriga, habla con nosotros. El dragado que le están haciendo al río Stan Creek, me parece que no es sino otra manera de hacer llegar los recursos necesarios, sea de la manera que sea para poder tomar parte en el juego de la supervivencia. Que nos queda, no mas que admirar la perseverancia de un pueblo con tal herencia, mezcla de quienes se resistieron a luchas de imperios, el ser sambo y hacerse el tonto. Deglutir cada momento y consumir lo que me apetece, para evitar ser consumido por el ojo turístico o antropológico. De regreso a Hopkins, me percate de la violencia de la que nos hablaba Benny, no se trata de armas largas como las de los militares en las carreteras en México, sino del sutil encanto de la conversación y el ingenio que los beliceños parecen dominar a la perfección. Como mencione antes las diferencias entre este pedazo de Caribe continental con el insular es una mera trampa al ojo. La cadencia delata que no solo los conflictos y los desvaríos históricos vinculan las regiones, the certain kind of way esta aquí presente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario