lunes, 24 de enero de 2011

Como "soñar despiertos"

Un año ha pasado desde que llegué a este lugar, tratando de saber si forma o no parte de lo que algunos llaman Caribe Continental. Hoy regreso y veo el enmascaramiento de quienes danzan día a día en el escenario amurallado. Y es que esto así, nos enmascaramos tras una imagen de "algo" antes de comenzar a devorar los paisajes que consumimos, ya sea porque los caminamos o porque los imaginamos, o ambos, con el fin de oculta nuestra propia fragilidad. Durante esta estancia, tuve la oportunidad de observar tres tipos de escenarios o paisajes que pertenecen a los alrededores inmediatos a las murallas. los cuales tomo como mascaras: la historica, la de modernidad y la social.

Cuando el visitante llega a la ciudad amurallada, es casi imposible no ponerse una mascara historica. Los antiguos baluartes que aun se levantan en pie en el primer cuadro de la ciudad de San Francisco de Campeche delatan, en pleno siglo XXI, la importancia que tuvo como primer puerto mercante de la Nueva España durante los años de colonización. Su sociedad vio pasar por sus puertos sin fin de mercancías que eran exportadas a la metrópoli. Por ello, en el siglo XVII la población vivió bajo el temor de los ataques piratas lo que promovió el amurallamiento de la ciudad. Hoy el visitante puede contemplar la memoria que el pueblo campechano guarda al respecto, por ejemplo en la imagen del fiero y sanguinario “Lorencillo”, al menos como un producto para ofrecerle al turista.


De esta manera, en el centro Histórico se observa un imaginario construido alrededor de la vida de los campechanos del siglo XVII, puesto que el centro histórico invita a dar un salto en el tiempo y “soñar despierto” a quien lo visitan, o al menos eso pretende la administracion de turismo del estado. Por ello, en esta parte de la urbanidad es común ver la reapropiación de los espacios, específicamente de las casas coloniales, para adaptarlas como tiendas, restaurantes o cafés, como es el caso del edificio conocido como Hotel Cuahutemoc, edificado durante el siglo XVI alrededor de la plaza, pues en sus inicios se trataba de un edificio administrativo. Hoy es utilizado por varios comercios y en su interior por una cadena de cafeterías. La vida que se le presenta al turista es la vida del puerto en sus años de apogeo, desde las fachadas pintorescas hasta los interiores de las casas de familias muy antiguas que aun residen en esta parte de la urbe. Las casas y hoteles del centro histórico conservan en su interior un estilo "antiguo" que nos hace pensar que en cualquier momento asomará por la ventana alguna doncella criolla. Pero eso solamente es un sueño. Lo que si podemos encontrar son espectáculos nocturnos cuyo performance es un viaje en el tiempo prehispánicos, de conquista, colonización y "Campechanidad" a manera de identidad regional. Por ello me permito explicar mi experiencia en San Francisco de Campeche como un baile de mascaras, pues los contrastes de la urbe nos dejan ver diferentes escenarios que influyen en la experiencia del viajero que se atreve a danzar aquí.


¿Pero donde encontramos el Campeche del siglo XXI?

Para poder encontrarlo, se tiene que caminar hacia las afueras de la puerta de tierra, ahí, se encuentra el mercado y una multitud de gente de clase media-baja que se conglomera entre las estrechas escarpas de las rezagadas calles del centro histórico. Detrás de las murallas, a las puertas del mercado crece el caos vial de autobuses y autos, pues con afán de crear una atmosfera de ensueño para los visitantes, el transporte urbano que se encarga de movilizar a la población trabajadora, es situado justo frente al mercado y sus alrededores, lo que también provoca el alejamiento de la población del escenario principal. Dentro podemos ser participes de un juego de olores, colores y sabores, que hablan de los alimentos caracteristicos de la zona, como el pescado, la rez, el pollo, asi mismo como frutas y verduras de colores muy vivos. Pero detras de esta mascara se esconde la necesidad de trabajar para poder sobrevivir.


No obstante, cuando el viajero llega a la ciudad debe pasar por la avenida del malecón, se puede colocar una mascara de modernidad, pues sobre dicha avenidad se levantan grandes edificios que albergan centros comerciales, casinos, hoteles, o empresas trasnacionales de comida rápida que le ofrece al turista una cercanía con algo homogeniamente conocido, y al campechano de clase media-alta una certeza de progreso y modernidad, al mismo tiempo que la posibilidad de diferenciarse del otro, a traves de su poder adquisitivo. Por las mañanas, los visitantes nacionales e internacionales, así como parte de la población, se dan cita para hacer ejercicio junto al mar, pero sobre todo a lado de viejos cañones del siglo XVII que nos recuerdan los acechos piratas que sufrio el puerto.

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